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Saltamontes Sonsoles
Membrillo Papá Noel del jardín

Tosca era una mosca que vivía en una casucha zarrapastrosa que seguramente hacía mucho tiempo que no limpiaba. Ella nunca se lavaba y no paraba de rebuscar en los cubos de basura de sus vecinos. Y cuando terminaba el trabajo comía sentada sobre una caca inmensa y apestosa. La vida de Tosca no les hacía gracia a sus vecinos y ninguno de ellos le dirigía la palabra.

Cuando los bichitos del jardín dormían, Luci Luciérnaga se levantaba. Era una especie de hada y le encantaban las «nocheriendas». Pero, ¿qué es una «nocherienda»? Bueno, pues es exactamente lo mismo que una merienda, sólo que se celebra de noche y principalmente en el cielo en vez de, por ejemplo, sobre la hierba.

La familia caracol hacía mucho tiempo que vivía en el viejo jardín. Tornasol se preguntaba muchas veces hasta dónde llegaba el jardín y qué había más allá. A esta pregunta sus padres siempre respondían que en ningún lugar estaría tan bien como en casa. Pero la curiosidad de Tornasol crecía cada día más y un buen día decidió recorrer el mundo.

Érase una vez una mariposa llamada Gilberto que vivía en una casita rodeada de margaritas, entre perfumadas azucenas y rosales trepadores. A Gilberto le encantaba estar con las flores y se pasaba todo el día con ellas. Cuando se ocultaba el sol, volvía a su casa. Una mañana, al ir a visitar a sus amigas las flores, se encontró con que todas estaban cerradas.

A pesar de que la nieve y el frío encrespaban su plumaje, Rodolfo mostraba al cielo su pecho rojo y cantaba ante la ventana donde una mano amiga dejaba cada mañana unas miguitas de pan para los pájaros. Cuando acababa su canción se acercaba enseguida y picoteaba las migas que le habían dejado. Pero aquella mañana no había migas; los espabilados gorriones se las habían ventilado. Y así sucedió día tras día, hasta que Rodolfo fastidiado no tuvo más remedio que huir.

Cada mañana, con los ojos todavía medio cerrados por el sueño, Tortuga Lúa salía de casa. Lentamente, un paso tras otro, atravesaba el jardín haciendo siempre el mismo camino, el que le conducía al huerto. Sin embargo, la buena voluntad con que lo cuidaba no era suficiente: Lúa necesitaba ayuda, pero todavía no se había dado cuenta.

Hormiga Edelmira era la más pequeña de la comunidad de obreras del jardín. Todos los días salía en busca de comida con sus hermanas, pero todo lo que encontraba era demasiado pesado para transportarlo o demasiado grande para ella. Todas sus compañeras se reían de ella y, finalmente, un día la reina de las hormigas mandó expulsar a Edelmira de la colonia por no ser capaz de cumplir con su tarea.

Avelina era una mamá gallina de las de verdad, siempre preocupada por sus pollitos. La pobre tenía tanto miedo a perderlos que los contaba todo el rato, los volvía a contar y les repetía sin parar que no se alejaran y que tuvieran cuidado con el gato. Pero el temor de Avelina un día se hizo realidad cuando el Pollito Benito desapareció. ¿Se lo habría llevado el gato?

En el jardín de los Bichitos Curiosos vivía un médico muy extraño. El único remedio que conocía para curar a sus pacientes eran las picaduras, un método no demasiado agradable. El hijo del doctor Mosquito se llamaba Federico. Aunque él no compartía ese deseo, su padre quería que fuese también médico.

Érase una vez un pequeño abejorro, algo rechoncho, que se llamaba Modorro. Con la llegada del buen tiempo éste se dedicó a recolectar el polen suficiente para poder llenar su despensa. Mientras tanto, Abeja Teresa estaba preocupada porque no sabía si encontraría suficiente polen para preparar sus tarros de miel porqué Modorro, según le informaron las flores, se lo había llevado todo.

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De todos los habitantes del jardín, Sonsoles era, según se decía, quien tenía menos sesera. Pero, por suerte, cuando hacía las cosas al revés, nadie se lo tenía en cuenta ya que Sonsoles tenía un buen corazón y siempre estaba dispuesta a hacer favores a los demás.

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Amb l’arribada de la primavera, els ocells començaven a fer-se un lloc al vell avet, on vivia la Violeta Mallerenga, per cantar dalt de les seves branques. Però aquesta frenètica construcció de nius provocava un autèntic terrabastall que feia posar a la Violeta de molt mal humor. Aleshores va passar quelcom que encara la va indignar molt més, un pollet va caure del niu i va anar a parar just davant de la porta de la caseta de fusta de la mallerenga.

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En Serafí Grill havia tornat amb el seu vestit de parracs apedaçats i amb el seu orgue atrotinat. Amb ell i la seva música l’alegria va arribar al jardí. Durant la seva visita al rusc, la reina de les abelles va decidir que ella també era capaç de fer sonar aquell orgue i va convidar a totes les bestioles a un concert.

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En Simó Castor no volia fer-se gran, però els seus pares van considerar que havia arribat el moment de formar la seva pròpia família i construir la seva futura llar. Així doncs, seguint les instruccions dels seus progenitors, en Simó va sortir al bosc a buscar un arbre del que pogués extreure la fusta necessària per la seva nova casa. Durant la realització d’aquesta tasca va fer dos bons amics, l’osseta i el senyor mussol. Tots dos el van ajudar a construir la seva cabana a la vora del riu.

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Quan la Mireia va fer fora de casa seva a la puça Llúcia i va anar a parar a casa d’en Ramonet, aquesta mai s’hagués pogut imaginar el futur professional que l’esperava. En Ramonet estava encantat d’acollir a la Llúcia a casa seva i així poder-li ensenyar els seus trucs. Com que la puça aprenia molt ràpid, ben aviat van decidir muntar un espectacle que va tenir tant d’èxit, que el director de circ més famós va voler que la Llúcia l’acompanyés a la seva gira mundial.

Un ladrón rondaba por el jardín. Membrillo no tenía ninguna duda. Sus zanahorias, sus lechugas y sus coles desaparecían del huerto cuando se daba la vuelta. Estaba seguro que se trataba de un conejo, por lo que buscó su madriguera, pero en su empeño sólo encontró un sombrero de copa, negro y brillante. De repente, de su interior apareció un conejo blanco como la nieve.

Erizo Rollizo busca un hogar donde hibernar. Pero la búsqueda se hace difícil y el lugar que elige poco a poco se desvanece al tratarse de la montaña de leña que el duendecillo necesitaba para pasar el frío invierno.

Maruja es una hechicera que cumple el sueño del tímido Renato Lagarto convirtiéndolo en un dragón alado que echa fuego por la boca. Renato es ahora feliz con su nuevo aspecto. Pero a la mañana siguiente, al salir Renato a pasear por el jardín, sus amigos no lo reconocen y huyen asustados.

Úrsula Libélula vivía sola en una casita húmeda situada en medio del estanque. No le gustaba que la molestasen, por lo que no invitaba nunca a nadie. Pero un día alguien se acercó a grandes saltos a su casa.

En el huerto vive una hortelana de lo más curiosa que se llama Rosa Babosa. Tiene un apetito voraz, pero su gran pasión son las coles de todo tipo, siempre y cuando tengan hojas crujientes que roer. A Rosa a menudo la visitan parientes, amigos y vecinos con los que comparte mesa.

Cuando Teresa echó de su casa a la pulga Raimunda y fue a parar a la casa de Membrillo, ésta nunca hubiera imaginado el futuro profesional que le esperaba. Membrillo estuvo encantado de acoger a Raimunda en su casa y poder enseñarle sus trucos. Como la pulga aprendía rápido, decidieron montar un espectáculo, y fue tal el éxito que obtuvo, que el director de circo más famoso quiso llevarse a Raimunda de gira mundial.

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Los habitantes del jardín de los Bichitos Curiosos creen que Membrillo es en realidad Papá Noel. Esta confidencia, que en un principio sólo conocía Piojo Rastrojo, se convierte con rapidez en un secreto a voces. Membrillo empieza a recibir decenas de cartas y listas de regalos por parte de amigos y conocidos de la vecindad.

Mariano era un gusano que no destacaba precisamente por su buena educación. Era un gusano orgulloso, cotilla y muy guasón. Eran tantas las historias sobre las bromas y las burlas de Mariano hacia sus vecinos que ya ni se contaban. Por ello, en el jardín se estaba gestando una extraña conspiración.

La vieja Guadalupe Topo ha perdido su querido tesoro. Lo había escondido en un lugar seguro, una pequeña y elegante madriguera, pero ahora ha desaparecido. Remueve cielo y tierra por todo el jardín, busca entre las flores de Abeja Teresa, le pregunta a Escarabajo Gustavo después de atropellarlo por la prisa, pero su tesoro sigue sin aparecer.

Celestino Grillo había regresado con su vestido de retales y con su destartalado organillo. Con él y con su música llegó la alegría al jardín. Durante su visita a la colmena, la reina de las abejas decidió que ella también era capaz de hacer sonar aquel organillo e invitó a todos los bichitos a un concierto.